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La poesía de Carlos Manrique Un blog dedicado exclusivamente a la creación poética de su autor y al comentario de la producción poética de otros escritores.

Páginas de poesía. Los músicos.

Carlos Manrique Rincón

 

2/ Marta Argerich en el Festival de Lucerna / Herber Blomstedt / Orquesta del Festival de Lucerna / Medici TV

A Martha Argerich le debo algunos de los momentos más intensos de felicidad. Estampas musicales que me transportan al sosiego. Postales, como las que se enviaban antes a los familiares y amigos, para en breves líneas, dar entera noticia del entusiasmo por viajar. Martha Argerich es una mujer de apariencia y vestimenta sencillas, de aspecto bondadoso, que no se corresponde con las excentricidades de los divos. Si el traje es casi la persona, en el caso de Martha hablamos de una diosa humana, poco común por su talento, sentada al piano, sola o como solista en el seno de una orquesta, apenas como si no quisiera llamar la atención. Sus dedos, cuando recorren las teclas del instrumento que toca, parecen hacer magia porque tiende a entrampar al tiempo y lo detiene o suspende. Puede interpretar a Beethoven y conseguir que su música esté más viva que nunca. El piano es uno de mis instrumentos favoritos pero los grandes maestros de cualquiera de ellos me entusiasman y me emocionan, no sabría decir cuál más. Me parece que nunca hay suficientes aplausos en los conciertos para dar las gracias por tanta belleza. El piano, en este concierto número uno, se complementa con las cuerdas. Los violines semejan bandadas de pájaros que al atardecer buscan refugio para pasar la noche en las ramas de los árboles de lo insólito, naves que arriban a puerto tras largas travesías por océanos infinitos. El periplo siempre tiene algo de riesgo y de aventura pero sin ellos no merecería la pena vivir. Martha Argerich consigue que me olvide de lo peor de mí: dejo atrás la zona de oscuridad de tristezas y remordimientos e irrumpo por un instante en las cercanías de la eternidad que proporciona la belleza. Solo desde los arrabales me está permitido acercarme a ese mundo de perfección que ambiciono con escaso éxito. Luego, qué duda cabe, debo aterrizar en la pista sin asfaltar de la dura realidad. La compleja. La incompleta. La insolidaria. Pero las sombras y las oscuridades del corazón, aunque sea brevemente, se ocultan y dan paso, como las nubes cuando las aleja el viento, a cielos resplandecientes de soles, lunas y estrellas. La música que interpreta Martha Argerich es la expresión más perfecta de un jardín encantado, de un vergel aislado de la imperfección de lo estéril o de lo humano; en definitiva, me acerca a la idea sublime de los dioses en los que no creo. Es, tal vez, el emblema de la rosa: perfecta y efímera. Pero, como los sueños, las narraciones o la poesía, siempre regresa la música para volver a iluminar las estancias del alma. Gracias a esta maravilla mi soledad no es soledad sino compañía de ángeles y espíritus protectores.

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